Las iniciativas REDD+ deben adaptarse a la realidad sociocultural de cada territorio


Pobladora migrante en Madre de Dios, Perú. Foto de Yoly Gutierrez/CIFOR-ICRAF

Desde su introducción como mecanismo global para combatir el cambio climático a través de la conservación de los bosques, el esquema REDD+ ha generado constantes preguntas no solo sobre su efectividad en términos de mitigación, sino sobre sus potenciales impactos en las comunidades locales donde fue implementado.

Las salvaguardas REDD+, acordadas durante la Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) en Cancún, fueron establecidas precisamente para atender estas preocupaciones, abogando por que los proyectos de REDD+ sean compatibles no solo con la conservación de los bosques, sino también con el fortalecimiento de cobeneficios sociales y ambientales de las personas que habitan territorios forestales. Pero, la pregunta de cómo definir, medir y evaluar esos cobeneficios en contextos diversos, como los de la Amazonía, plantea desafíos.

Para mejorar la efectividad de estas salvaguardas, es fundamental comprender cómo las comunidades locales perciben los beneficios, tomando en cuenta su visión del bienestar. Dado que estas percepciones varían según el territorio, se requieren enfoques inclusivos que permitan adaptar REDD+ a los contextos locales.

Con ese objetivo y en el marco del Estudio Global Comparativo sobre REDD+, un reciente estudio analiza el impacto de dos proyectos REDD+ implementados en las regiones amazónicas de Madre de Dios y Ucayali en Perú, desde la perspectiva de bienestar local de las comunidades. En esta entrevista, la coautora principal Ana Cubas-Báez, comparte con Forests News información sobre la metodología y algunos hallazgos del estudio.

¿Cómo se diseñó el proceso de recolección de datos para capturar la noción de bienestar desde la perspectiva de las comunidades que fueron parte del estudio?

Este estudio fue parte de mi investigación de maestría en la Universidad Estatal de Carolina del Norte, donde tuve la oportunidad de trabajar con la Dra. Erin Sills. Los datos que analizamos forman parte del Estudio Global Comparativo sobre REDD+ (GCS REDD+) de CIFOR-ICRAF, que tiene como objetivo generar evidencia sólida y herramientas prácticas para mejorar la efectividad y equidad de las iniciativas REDD+.

Como parte de este estudio, se seleccionaron países en America Latina, Asia, y África implementando iniciativas REDD+, siendo Perú uno de ellos. En cada país se eligieron tanto áreas de intervención REDD+ como sitios comparables sin REDD+, con el fin de evaluar los impactos de estas iniciativas. Los datos fueron recolectados mediante tres tipos de encuestas: entrevistas grupales con líderes comunitarios (principalmente hombres), entrevistas grupales con mujeres de la comunidad, y encuestas a hogares individuales. Dichas encuestas se aplicaron en tres fases de investigación: antes de la implementación de los proyecto REDD+ y en dos fases de seguimiento (2014 y 2018) en cada sitio.

Este diseño permitió no solo captar capturar las prioridades de bienestar desde diferentes perspectivas de cada sitio (con intervención REDD+ vs. sitios sin intervención), sino también compararlas entre contextos territoriales diversos: comunidades rurales mestizas recolectoras de castaña en Madre de Dios, y comunidades indígenas Shipibo-Conibo y Kakataibo en Ucayali. Esto fue clave para entender cómo varía la percepción del bienestar según la historia, cultura y experiencias de cada territorio. Trabajar con estos datos me permitió observar cómo el bienestar es una noción contextual y diversa.

¿Qué dimensiones o aspectos fueron más valorados por las comunidades al definir el bienestar?

Uno de los principales hallazgos del estudio fue que el bienestar es un concepto multidimensional y que su interpretación varía según el territorio y la experiencia local. A través de las entrevistas grupales (tanto con líderes comunitarios como con mujeres) identificamos una amplia gama de dimensiones que las comunidades asocian con el concepto de bienestar. Estas van desde el acceso a servicios básicos hasta aspectos relacionados con el desarrollo personal y los vínculos comunitarios.

Sin embargo, a pesar de las diferencias entre contextos, en ambos sitios de estudio (Madre de Dios y Ucayali) hubo un consenso claro: el acceso a educación y a servicios de salud de calidad fueron identificados de manera consistente como elementos clave del bienestar local.

El bienestar es un concepto contextual, cualquier evaluación de impactos debe considerar no solo indicadores estandarizados, sino también las percepciones, expectativas y prioridades de las personas directamente involucrada”.

Ana Cubas-Báez

¿Cómo varían las prioridades de bienestar entre los diferentes contextos territoriales?

A partir de ese consenso, las prioridades variaron según el territorio. Por ejemplo, en Madre de Dios, donde participaron comunidades rurales mestizas recolectoras de castaña, el bienestar se vinculó también con la posibilidad de acceder a mejores mercados, iniciar un negocio, mejorar la vivienda y contar con medios de transporte. En cambio, en Ucayali, donde participaron comunidades indígenas, las prioridades estaban más centradas en la satisfacción de necesidades básicas como alimentos, agua segura, empleo y asistencia técnica para la producción.

Otra observación relevante fue que las diferencias estadísticamente significativas no se dieron entre hombres y mujeres, sino entre los dos sitios de estudio. Esto resalta la necesidad de adaptar las intervenciones como REDD+ a las realidades específicas de cada territorio, más allá de asumir que existe una única visión de bienestar o que una misma estrategia puede aplicarse de forma uniforme en todos los contextos.

Considerando cómo cada comunidad define este concepto, ¿Cómo ha impactado la participación en un proyecto REDD+ en el bienestar local?

En Madre de Dios, encontramos efectos positivos en dimensiones del bienestar, como el aumento en el número de viviendas propias fuera de la comunidad. Sin embargo, también observamos un efecto negativo significativo en el bienestar subjetivo, ya que muchas familias en comunidades REDD+ percibían que su bienestar había disminuido con el tiempo.

Este efecto negativo podría estar relacionado con la frustración frente a beneficios prometidos que no se concretaron, como pagos por la venta de créditos de carbono o la construcción de infraestructura, al momento de implementar las encuestas; así como con potenciales problemas de comunicación y falta de transparencia en la implementación del proyecto.

En Ucayali, por otro lado, no se observaron efectos negativos en las percepciones de bienestar. Esto puede explicarse por el hecho de que el proyecto REDD+ en esta región logró vender créditos de carbono de manera más rápida y reinvertir esos ingresos en actividades visibles para la comunidad (como viveros, plantaciones agroforestales, y talleres de monitoreo forestal y producción).

En resumen, los impactos de REDD+ sobre el bienestar no fueron sistemáticos ni homogéneos, y dependen de factores como el cumplimiento de expectativas, la transparencia en la gestión, y la forma en que se distribuyen los beneficios dentro de las comunidades.

Ningún indicador técnico puede sustituir la voz de quienes viven el día a día en los territorios”.

Ana Cubas-Báez

¿Qué aprendizajes deja este estudio sobre cómo evaluar los impactos de REDD+?

Uno de los principales aprendizajes del estudio es que el bienestar local es una noción multidimensional y heterogénea, cuya interpretación varía según el contexto sociocultural. Aunque en ambos sitios analizamos indicadores construidos a partir de las propias prioridades expresadas por las comunidades, los resultados mostraron diferencias importantes.

Esto nos lleva a reafirmar que el bienestar es un concepto contextual, y que cualquier evaluación de impactos debe considerar no solo indicadores estandarizados, sino también las percepciones, expectativas y prioridades de las personas directamente involucradas. Las diferencias más significativas que encontramos fueron entre regiones, lo que refuerza la necesidad de adaptar las iniciativas de REDD+ a la realidad sociocultural de cada territorio.

También concluimos que la participación significativa de las comunidades, la transparencia en la comunicación y la distribución equitativa de beneficios son claves para el éxito de estos proyectos. No basta con que REDD+ funcione en términos técnicos o financieros; si las comunidades no perciben mejoras reales o sienten que no se cumplieron las promesas, el impacto puede incluso ser negativo.

Este análisis reafirmó para mí que ningún indicador técnico puede sustituir la voz de quienes viven el día a día en los territorios. Si queremos que REDD+ y otros mecanismos climáticos sean sostenibles, justos y legítimos, deben construirse desde el territorio, con las comunidades, no solo para ellas. Las lecciones aprendidas son clave para mejorar REDD+ y diseñar e implementar estructuras verdaderamente eficientes, equitativas y sostenibles.

Este trabajo se llevó a cabo como parte del Estudio Global Comparativo sobre REDD+ del Centro para la Investigación Forestal Internacional (www.cifor.org/gcs). Los socios financieros que han apoyado esta investigación incluyen la Agencia Noruega de Cooperación para el Desarrollo, la Iniciativa Internacional para el Clima (IKI) del Ministerio Federal de Medio Ambiente, Conservación de la Naturaleza y Seguridad Nuclear de Alemania (BMU) y el Programa de Investigación del CGIAR en Bosques, Árboles y Agroforestería (CRP-FTA), con apoyo financiero de los donantes del Fondo CGIAR.

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