Los productos básicos (commodities) comercializados globalmente que pueden cultivarse en sistemas agrícolas similares a los bosques (lo que se conoce como agroforestería) han sido durante mucho tiempo parte de las soluciones para estabilizar las fronteras forestales. Estos sistemas permiten a las comunidades locales utilizar la tierra de manera eficiente y al mismo tiempo evitar los riesgos ecológicos asociados con la agricultura a campo abierto. Sin embargo, este enfoque se encuentra ahora en contradicción con nuevos esfuerzos para proteger los bosques, por paradójico que parezca.
Aunque iniciativas bien intencionadas buscan promover un comercio libre de deforestación y proteger los bosques de manos codiciosas, la efectividad de dichas políticas dependerá en gran medida de cómo se defina el término “bosque”. Desde la perspectiva de un satélite, los sistemas agrícolas similares a bosques, como los sistemas agroforestestales, pueden confundirse fácilmente con bosques naturales, un error que podría tener consecuencias no deseadas.
El Reglamento sobre Productos Libres de Deforestación de la Unión Europea (EUDR), que será plenamente aplicada desde diciembre de 2025 para las grandes empresas y desde junio de 2026 para las pequeñas y medianas empresas, tiene como objetivo garantizar que los consumidores de la Unión Europea dejen de contribuir a los factores que impulsan la deforestación vinculada a la exportación de productos agrícolas. Para ello, la EUDR se apoya en herramientas como el monitoreo satelital y la georreferenciación para identificar, con base en imágenes remotas y coordenadas declaradas por los productores, dónde hay bosque y dónde no, y así determinar si un producto proviene de tierras deforestadas después de la fecha límite establecida.
Esta iniciativa se inscribe en una larga tradición de esfuerzos por controlar, reducir, gestionar o erradicar la deforestación, pero cabe preguntarse si su diseño ha considerado adecuadamente por qué los intentos y compromisos anteriores solo lograron cumplir parcialmente sus promesas.

Parcela de Pablo Granda, productor de cacao en la región de San Martín. Foto: Marlon del Aguila Guerrero/CIFOR-ICRAF
Investigadores del Centro para la Investigación Forestal Internacional y Centro Internacional de Investigación Agroforestal (CIFOR-ICRAF) se han sumado al debate sobre el EUDR. Por un lado, se enfatiza la urgencia de actuar; por otro, la importancia de evitar errores comunes asociados a soluciones simplificadas (las llamadas “panaceas”), de minimizar los daños colaterales y de dar contenido real al principio de responsabilidad común pero diferenciada (CBDR, por sus siglas en inglés) para abordar los déficits de desarrollo dentro del espacio seguro definido por los límites planetarios.
La urgencia de proteger los bosques primarios restantes del mundo está ampliamente reconocida en numerosos acuerdos internacionales que abordan el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Gran parte de las tierras donde se eliminan bosques, o que se vuelven vulnerables a la propagación de incendios, terminan siendo utilizadas para actividades agrícolas, después de un periodo variable. Los factores impulsores varían según el contexto, pero tanto la producción local de alimentos como los productos orientados a la exportación comparten un papel central. El rol de la Unión Europea como importador de productos (vinculados o no a la deforestación) depende del producto y del lugar de origen, pero es sustancial en algunos casos.
“Los errores comunes reconocidos en el EUDR incluyen la simplificación excesiva de realidades complejas y diversas en el terreno, reduciéndolas a una dicotomía rígida de ‘bosque versus no bosque’”, señala Meine van Noordwijk, investigador asociado de CIFOR-ICRAF y autor principal de la reciente publicación titulada “Más allá de mapas imperfectos: Evidencia para la agroforestería conforme al EUDR”.
“También se observa una confianza desmedida en una solución técnica única: la evaluación espacial de la ‘deforestación’. Si bien se han realizado esfuerzos para corregir la omisión inicial de los impactos sociales sobre los pequeños productores en los márgenes forestales, estos esfuerzos han llegado demasiado tarde y siguen siendo ‘insuficientes’. La escasa sinergia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la falta de integración con los marcos normativos de los países exportadores contribuyen a una percepción de “extralimitación” y “exceso”, especialmente cuando cualquier árbol en un paisaje funcional se considera equivalente a un bosque de alto valor para la conservación global”.
Los mapas desarrollados por agencias de la Unión Europea para respaldar la implementación del EUDR afirmaban que el mundo tenía un 12 % más de bosque en 2020 en comparación con otras fuentes. Sin embargo, estudios de validación revelan que existe un 18 % de probabilidad de que una misma unidad espacial sea clasificada como bosque en un conjunto de datos y como “no bosque” en otro.
“Hasta donde podemos juzgar, una parte sustancial de esta discrepancia se debe a la cobertura arbórea presente en la agroforestería”, dice Peter Minang, Director para África de CIFOR-ICRAF y coautor de la publicación. “Los errores en los mapas tienen dos consecuencias principales: (1) productos basados en la deforestación pueden seguir ingresando a los mercados europeos; y (2) los comerciantes pueden evitar productos que cumplen con el EUDR si creen que serán considerados como riesgosos y rechazados en la frontera. Esta segunda consecuencia ya está perjudicando a los agroforestales, según escuchamos de personas en el terreno en muchos países. Es daño colateral, un término fuerte, pero lamentablemente, es preciso”.
“Descubrimos que, en el caso de los sistemas agroforestales en Indonesia que producen café, cacao o caucho, existe un 63 % de probabilidad de que sean (erróneamente) clasificados como bosque en los conjuntos de datos más recientes”, señala Sonya Dewi, directora para Asia de CIFOR-ICRAF y coautora de la publicación. “La agroforestería suele combinar árboles plantados, regenerados de forma natural o conservados de usos previos del suelo, a menudo sin patrones espaciales definidos. Se requiere conocimiento del contexto local para distinguir estos sistemas de los bosques naturales en las imágenes satelitales”.
Las comunicaciones oficiales recientes de la Unión Europea sobre el EUDR han minimizado las preocupaciones sobre la confiabilidad del mapa forestal preparado por el Joint Research Centre (JRC) de la Unión Europea para determinar la fecha límite de cumplimiento del EUDR. Sin embargo, esto plantea una pregunta más profunda: ¿El JRC falló en la ejecución o se le encomendó mapear algo que, bajo los supuestos actuales, no puede ser mapeado con precisión?
“Con más esfuerzos colaborativos, las incertidumbres en los mapas pueden reducirse, pero las definiciones forestales específicas por país deben ser reconocidas en las políticas globales sobre cambio climático”, dice Beria Leimona, quien lidera el equipo de investigación sobre cambio climático de CIFOR-ICRAF y también coautora de la publicación. “El EUDR enfrentaría menos resistencia si se integrara de manera más fluida en los planes de acción a nivel jurisdiccional, especialmente aquellos que reconocen claramente el papel de la cobertura arbórea agrícola fuera de los bosques”.
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